jueves, 16 de junio de 2016


MIGUEL


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Decidió cruzar a Estados Unidos
porque ganar dólares traería tranquilidad.
Nunca arregló los papeles.
Tuvo dos hijos con una sinaloense emigrada
mexicana y gabacha
nunca entendió cómo se puede ser de dos partes.

Quería ver el mundo a través de los edificios de San Diego
lo más alto que estuvo fue en una mall de dos pisos
y desde allí no miró su país.
Trabajó ocho años lijando carros en un body shop cerca del aeropuerto
mirar tantos aviones le hacía creer que estaba en el cielo.

Ir a la frontera no es como lo contó su padre.


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Lo descubrieron porque las placas no tenían el sticker 2015
por el freeway 5       a más de 80 millas
por el car pool
libre como si corriera por su pueblo
entre nanches y platanares
libre como llegar a Tijuana   atravesar el cerro
y convertir el desierto en mar al ver las luces de la carretera.


De pequeño soñaba con sentir la adrenalina de esas enormes calles
manejar autopistas gringas
pisar un acelerador que no fuera el de la camioneta vieja.
Y ahí está
a medio camino      antes de llegar al taller
                                                                         detenido por la migra.



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Hace unos meses un juez texano bloqueó la ley que lo haría permanecer
en el país de los güeros       la migra se puso bien dura
cualquier paisano era sospechoso
vivir bajo la bandera de las estrellas significaba anochecer.
Lo amarraron de pies y manos
a través de las cadenas vio por última vez su camaro
nunca se tomó fotos manejándolo.
Lo devolvieron a una ciudad de un país al que ya no pertenece.
Miguel regresó sin dinero   sin carro   ni familia
Miguel con una gorra de los Padres fue mandado pa’tras
se acabaron las grandes autopistas     las hamburguesas del Jack
comprar verdura por libras.

Miguel no volverá a ver aviones tan cerca.