Fuera
del teatro un letrero con luces rojas:
Nadie pertenece a este lugar.
Por
un tiempo mi ciudad fue la periferia de tu ombligo
allá
por donde las cicatrices de tu operación eran puentes agrietados.
Recuerdo
mi lengua sobre tu abdomen la
sensación a mar que producía
la
vez que fuimos al parque y acariciaba tu entrepierna frente a los ancianos.
Evocarte
me lleva a lugares recónditos donde
payasos lanzan cuchillos a patitos de hule.
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