Enterrar
perros no es fácil
sobre
todo cuando los mirar epilépticos
por
los golpes del moquillo
babeando
las palabras que no pronunció
intentando
dar un último ladrido.
Sepultar
perros es tan duro
como
matar un puerco para comerlo
engordarlo darle nalgaditas
burlarse
del hozar porque se parece
a
un hombre obeso husmeando en el plato.
Enterrar
perros es martillar el cráneo
apuñalar
el pensamiento.
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